miércoles, 27 de febrero de 2013

Territorio y urbanismo en Barcelona


Hace poco publicaba el diario “El mundo” que se acababa de editar una obra muy interesante para entender como es la ciudad de Barcelona y descubrir los cambios que han llevado al área metropolitana de esta ciudad gracias a la ordenación del territorio y al urbanismo. 
La publicación se llama '50 años de transformaciones territoriales. 1956-2006' y recoge imágenes, fotografías, cartografías y tablas estadísticas acerca de los casi cuarenta municipios que integran el área metropolitana, y está editado por el Àrea Metropolitana de Barcelona (AMB). Se trata de un proyecto, elaborado durante tres años, que ha sido dirigido por Josep Maria Carreras, director de Serveis d'Ordenació Urbanística del Ayuntamiento de Barcelona, y que ha contado con la participación de Montserrat Otero y Ernest Ruiz, del Servei d'Informació i Estudis Territorials de la Mancomunitat de Municipis de l'Àrea Metropolitana de Barcelona. 
La obra supone un viaje de las ciudades dormitorio a los parques industriales, y de las lujosas zonas residenciales a los abarrotados complejos de edificios de los años setenta. No sólo cuantifica y analiza el modo en que el territorio ha evolucionado, sino que revela algunas de las claves para trazar un nuevo plan de urbanismo lógico y eficaz para el futuro. 



Entre esa claves están las explosiones demográficas, con el 'baby boom' como fenómeno estrella, y las migraciones masivas. La combinación de todo ello ha configurado el mosaico de municipios influidos -e influyentes- de la ciudad. L'Hospitalet, Badalona, Santa Coloma, Cornellà o Sant Cugat del Vallès, localidades estrechamente ligadas con el pasado, presente y futuro de Barcelona. 
El crecimiento y desarrollo de la capital no se explica sin analizar antes el conjunto de estos municipios y observar sus aportaciones. De entre ellos se puede destacar el peso de transporte. La mejora de las carreteras, además de conectar las zonas, facilitó la implantación de líneas de autobús y el transporte de mercancías, lo que favoreció las migraciones de zonas rurales pero también de fuera de Cataluña. 

La publicación también refleja cómo el fuerte movimiento migratorio dio pie primero a la aparición de las infraviviendas (barracas, chabolas,...), en los años cincuenta, y más tarde a los polígonos de viviendas sociales, ya en los sesenta. 

El libro también observa otros procesos decisivos en el desarrollo territorial de la zona, como la deslocalización de la industria y la motorización de la ciudad, esto es, no sólo la generalización del uso del coche, sino también la creación de industrias de referencia -por ejemplo la Seat, y , en menor medida, la Renault y la Citröen, que instalaron centros de fabricación, así como la construcción de una red de autovías y autopistas, como la C-246 a Castelldefels (1954) y las autopistas de Mataró, Girona y Tarragona en los años setenta. 

Que la mayoría de personas pudiera tener coche eliminó también el factor de proximidad entre residencia y lugar de trabajo e hizo posible la proliferación de las urbanizaciones de segunda residencia de las últimas décadas del siglo, lo que llevó a la burbuja inmobiliaria.

domingo, 24 de febrero de 2013

La ciudad española a caballo entre el siglo XX y el XXI


En 1975, coincidiendo con un periodo de crisis económica mundial y que afecta especialmente al sector de la construcción , se produce un nuevo proceso urbanizador que tiene características muy peculiares. Estas características son el descenso del ritmo de crecimiento de las ciudades, especialmente en las grandes ciudades, y el cambio en los factores de urbanización vinculados con la pérdida de peso del sector industrial en beneficio del sector terciario. Resultado de todo ello es el crecimiento urbano en las ciudades medias y pequeñas e incluso de núcleos rurales cercanos a las grandes áreas metropolitanas.
Evolución usos de suelo en la Comunidad de Madrid

Las razones de esto se vinculan al encarecimiento del precio del suelo , la mejora en los medios de transporte , así como en la descentralización de las actividades económicas. El resultado de este proceso es el nacimiento de una urbanización difusa.
La ciudad actual ha modificado el uso del espacio urbano debido a los avances en la legislación urbanística que a su vez produjeron cambios en el paisaje urbano y el desarrollo de las periferias urbanas. Los avances en la legislación urbanística que a los que ahora nos referimos se van a dar ya en una España democracia, que tiene como referencia a la Constitución de 1978, un texto que nos daba un nuevo marco político, social y económico también influyó en la organización de los usos del espacio urbano. Para que esto se realizara era necesaria la aprobación de una nueva legislación para que el desarrollo urbano resultase acorde con la nueva situación económica de España. 
La primera medida importante se aplicará antes de la entrada en vigor del nuevo texto constitucional, cuando la Ley del Suelo del año 1956, y que permitió el nacimiento de los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) sea sustituida por la Ley del Suelo de 1975.
La Ley del Suelo es una ley que regula los derechos y obligaciones de los propietarios de terrenos en España. Es la piedra angular del Derecho urbanístico, en tanto que regula el derecho a edificar y el valor del suelo. La Ley del Suelo en esencia consiste en expropiar a los dueños de un terreno el derecho a edificar y trasladarlo a los poderes públicos. Esta necesidad de regular el suelo no satisface a todo el mundo, pues algunos suelen aducir para defender la necesidad de restringir el derecho a edificar razones como que se produciría un caos urbanístico o que los precios subirían mucho más. Con este nuevo texto se pretendía conseguir un crecimiento de las ciudades más ajustado a las necesidades reales, implicando a todos los agentes sociales y económicos en el proceso y flexibilizando los criterios de ordenación urbanística. Si bien la primera ley del suelo en España fue promulgada en 1956 y la más reciente data de 2008. 
En esta ley de 1975 que se regula por un Real Decreto de 1976 se mantiene la idea de la existencia de tres tipos: el suelo urbano, que es aquel que está situado en zonas consolidadas por la edificación, o bien cuenta con una serie de servicios urbanísticos (acceso rodado, abastecimiento de agua y alcantarillado y suministro de electricidad); el suelo de reserva urbana que es el susceptible de urbanización mediante los correspondientes planes parciales; y el suelo rústico que es el resto del territorio municipal, asignándosele un aprovechamiento de edificabilidad mínima en función de la superficie. 
La nueva clasificación de 1975 mantiene las anteriores, pero el anterior suelo de reserva urbana se desdobla en suelo urbanizable programado(aquel que ha de ser urbanizado inmediatamente) y suelo urbanizable no programado (que se reserva para su desarrollo futuro mediante Programas de Actuación Urbanística), mientras que el rústico pasa a ser ahora como no urbanizable. Con esta ley se establece que las competencias del Ministerio de la Vivienda - MOPU- pasen ahora a los ayuntamientos, que desde ese momento son los encargados del planeamiento de las ciudades, mientras que las diputaciones provinciales coordinan y cooperan en la redacción de dichos planes. Desde esos años los protagonistas del desarrollo urbanístico van a ser tres: las Comunidades Autónomas, los Ayuntamientos y los promotores inmobiliarios.  
Los ayuntamientos son ahora los encargados de la revisión continua de las densidades de construcción, la necesidad de hacer previsiones de espacios para infraestructuras (red viaria, equipamientos básicos) y de velar por la preocupación por el medio ambiente urbano. Aunque son las Comunidades Autónomas las que tienen competencias en la revisión y aprobación final de dicho Planes generales de Ordenación Urbana.Además de los PGOU, los ayuntamientos elaboran planes parciales, que concretan para cada zona el plano en materia de calles, plazas espacios verdes, equipamientos, etc… y planes especiales para ordenar aspectos específicos como las áreas vacías, las degradadas, el casco antiguo, etc.
PGOU de Córdoba (2001- 2012)

En 1990 una nueva ley del suelo, aprobada por el Gobierno de Felipe González, debilita la posición jurídica del propietario y se potencia las facultades de la Administración en orden a la intervención tanto en la definición de los aprovechamientos como en el tráfico inmobiliario. Condiciona los derechos de los propietarios al cumplimiento de diversos deberes. Esto se concreta en una adquisición gradual de facultades urbanísticas conforme se avanza en el proceso urbanizador. Entre los derechos destacan el derecho a urbanizar cuando esté aprobado el planeamiento específico (lo que supuso la conversión del suelo rústico a suelo urbanizable), el derecho al aprovechamiento urbanístico , lo que supuso la conversión de suelo urbanizable a suelo urbano; el derecho a realizar las obras de edificación por la obtención de la licencia y cesa por caducidad de ésta en un expediente abierto al efecto con lo que se realiza la edificación, y el derecho al uso de la edificación, que incorpora al patrimonio la edificación, una vez ejecutada ésta con arreglo a la licencia y ajustada a la ordenación en vigor. Sin embargo, el Tribunal Constitucional, en sentencia del 20 de marzo de 1997, derogaría casi en su totalidad la ley de 1990/92. Los recursos presentados por muchas Comunidades autónomas se basaban en que la ley invadía sus competencias sobre ordenación del territorio. El tribunal entendió que el complejo sistema de etapas, prefiguraba un modelo urbanístico que dejaba sin margen de diferenciación a las administraciones autonómicas. Únicamente reconocía competencias al Estado para determinar los derechos y deberes básicos, sin entrar a detallar las técnicas urbanísticas.

Una nueva ley se aprueba en 1998, ya con José María Aznar en el poder, y estuvo vigente hasta el 2007. Con esta ley se apostó por una semiliberalización del suelo urbanizable. La Ley del Suelo 6/1998 se basó en una concepción enormemente liberal de la clasificación y gestión del suelo, incluyendo el principio de residualidad en el suelo urbanizable, de modo que todo aquel suelo que no fuera susceptible de protección natural, ambiental, histórica, paisajística o por elevada probabilidad de riesgos naturales, pasase automáticamente a clasificarse como urbanizable en el proceso de planeamiento urbanístico, de modo que una gran cantidad de suelo susceptible de ser urbanizado saliera al mercado en previsión de una fuerte demanda de vivienda. Bien es cierto que este principio debía ir acompañado de una gestión activa del suelo puesto en mercado, (mediante la cantidad de figuras de gestión que contemplaba la Ley), y asimismo, de un correcto planeamiento a escala local y territorial, acompasado a ser posible, con las Directrices de Ordenación Europeas al objeto de vertebrar nuestro territorio nacional con el sur y centro del Continente. Pero una cosa importante, todas las competencias al respecto fueron delegadas en las CCAA y Ayuntamientos de España.

Teóricamente esta liberalización del suelo hubiera supuesto que éste habría pasado a ser un bien muy abundante y, por tanto, barato, pero no fue así, porque, entre otras cosas se siguió manteniendo el enorme poder que ejercían los ayuntamientos y autonomías en la atribución de derechos de edificabilidad. Por lo que se optó por la recalificación de terrenos (un buen caldo de cultivo para la corrupción, las prebendas y los pelotazos).

Esta ley por lo tanto ni liberalizaba el suelo (solo la clasificación), ni lo liberaba realmente ni del poder municipal que mantenía la asignación de usos, tipologías e intensidades a través de la revisión y modificación de todos y cada uno de los planes de ordenación urbana de cada municipio, ni del poder autonómico que tenía la posibilidad de declarar como no urbanizables aquellos suelos que se considerasen justificadamente inadecuados para el desarrollo urbanístico. Todo esto unido a los bajísimos tipos de interés y a la relajación de los criterios de concesión de hipotecas y la utilización del mercado hipotecario como vehículo de expansión nacional de las hasta entonces cajas locales o regionales –mientras el Banco de España miraba para otro lado- dio lugar a la burbuja inmobiliaria. A pesar de la entrada en vigor de estas nuevas normativas que permitió a los ayuntamientos recuperar la posibilidad de crear suelo urbanizable y de que esto intentaba limitar la especulación frente al incesante aumento de los precios de las viviendas, lo cierto es que se paralizó la idea de los noventa de humanizar las ciudades. La mayoría de los Términos Municipales clasificaron como suelo rústico común lo que deberían haber clasificado como urbanizable… Se produjo una restricción del suelo para hacer vivienda, equipamientos y superficies comerciales, incapaz de satisfacer la demanda de los mismos en el tiempo… La vivienda se disparó más de un 300%… El suelo un 500% de media…

En los años finales de los años noventa esta ley no ha impedido la aparición de casos de especulación de terrenos y de construcciones ilegales. Así los siete años iniciales del siglo XXI se han caracterizado por el desarrollo de un modelo económico competitivo, y en muchos casos especulativo, donde se le ha restado importancia a la planificación urbana en beneficio de la brutal especulación urbanística, lo que ha llevado a un encarecimiento indecente de la vivienda. A esto se ha unido la falta de una legislación que defina con claridad los límites del crecimiento urbano , así como la llamada "corrupción urbanística" que ha afectado a muchos municipios españoles.En resumen se trata de un periodo de gran complejidad urbanística.

Por último, la ley de 2007 aprobada en el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero y que aparentemente intentaba frenar la semiliberalización anterior, no supuso ningún gran cambio pues sólo presentaba como primera novedad el hecho de no clasificar urbanísticamente el suelo, considerando dos situaciones básicas del mismo rural y urbanizado (art.12), en función de las características objetivas actuales del mismo.




Independientemente del complejo marco legal desde 1975 hasta nuestros días los cierto es que ha habido cambios en el paisaje urbano que sufrió también modificaciones importantes, que afectaron al casco antiguo y a los ensanches.

Los cascos antiguos o centros históricos de las ciudades españolas que se caracterizaron por una cierta irregularidad, por sus calles estrechas de trazado sinuoso y por la escasez de espacios abiertos se habían envejecido de tal manera que hubo que recuperarlos. Para revitalizarlos se han practicado dos tipos de operaciones urbanísticas: las de renovación y las de rehabilitación Las operaciones de renovación que habían sido importantes, sobre todo, durante la década de los 60 del siglo XX y significaron la sustitución total de la antigua edificación, lo que representó un grave atentado contra el patrimonio arquitectónico de muchas ciudades y conllevó, además, la expulsión de la antigua población residente y el cambio del adicional uso residencial por el terciario o de servicios fueron sustituidos por las operaciones de rehabilitación urbana más propia de los años 80 y que intentaban combatir y paliar las consecuencias de las operaciones de renovación. Por ello, respetan y se adecuan a las tipologías del entorno y procuran conservar el elemento social y funcional, aunque esto no siempre se consiga. Estas operaciones de renovación y rehabilitación han afectado también a los ensanches.

El proceso urbanizador en los años noventa presenta algunas novedades con respecto a periodos anteriores. En el plano urbano se peatonalizan las calles de los espacios más congestionados, recuperándolas como lugar público; las plazas se ensanchan y se ajardinan para devolverles su uso tradicional como espacio de encuentro y asueto.

En la edificación actual prosigue la política de rehabilitación de viviendas privadas y de edificios de patrimonio histórico. Especialmente brillante ha sido la labor realizada en este sentido por ayuntamientos como los de Oviedo, Girona y Vitoria – Gasteiz o la propia Córdoba apostando por planes revitalizadores de los centros urbanos.

Desde mediados los años ochenta los cambios vienen dados por la superación de la crisis en el sector de la construcción, por la aplicación formal de los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU), por la generalización de los préstamos hipotecarios a través de todas las entidades bancarias, no dependiendo ya únicamente de un Banco Hipotecario, en diferentes ciudades para agilizar y mejorar los préstamos inmobiliarios, por el aumento de la oferta pública de suelo para la gestión privada de viviendas, por el aumento de las viviendas de protección oficial (VPO), por la creación de viviendas sociales y por la rehabilitación de muchos centros históricos.


A partir de los años 80 igualmente se generalizan la construcción de viviendas privadas y dentro de las mismas destacan los polígonos residenciales , en donde se continua tanto con la edificación cerrada y en altura, como por presentar una construcción abierta en bloques separados en donde existen zonas verdes y equipamientos planificados.



Igualmente debemos destacar como se han desarrollado las periferias urbanas. Esto es el resultado del deseo de las familias con ingresos medios o altos de buscar espacios residenciales con una mejor calidad ambiental y de la necesidad de otras muchas familias de conseguir una vivienda de precio más asequible. Partiendo de una demanda diversificada, en las periferias urbanas se desarrollan viviendas unifamiliares o conjuntos residenciales de pisos.

Igualmente ha habido una importante apuesta por la viviendas de protección oficial en esta época son viviendas que no superan los 90 m2 y que se benefician de las ayudas establecidas por el Estado mediante un decreto ley.

Por otro lado, las viviendas sociales siguen siendo las destinadas a los sectores que viven en condiciones más desfavorables tales como núcleos de chabolas o en las U.V.A. pasando a convertirse en los "realojados".





Junto al desarrollo de la función residencial, las periferias urbanas conocen la implantación de nuevos usos como centros y áreas comerciales, zonas de equipamientos públicos (parques periurbanos) y centros industriales (parques tecnológicos y polígonos industriales).





El desarrollo de esta área trasciende incluso los propios límites de la ciudad principal, extendiéndose hacia los municipios limítrofes, que se transforman en nuevos centros urbanos; éstos, junto con la ciudad central, constituyen una nueva realidad territorial, conocida como aglomeración urbana.
Viviendas en el Encinarejo (Córdoba)

La problemática urbanística actual se explica por una tendencia creciente y difusa del proceso urbanizador, por el desarrollo de los medios de comunicación minimiza la importancia de la localización y los avances técnicos superan las dificultades espaciales. En esta década como en la anterior se ha apostado por un modelo de trama cerrada, con menor densidad que las de las décadas anteriores y que dan un uso colectivo al patio bien privado (jardines, zonas infantiles, piscina, pista de tenis, etc…) o bien público (manzanas – plaza de uso general) visible en Córdoba en barrios como el de Poniente, Arroyo del Moro o, incluso, en  la zona nueva del Vial Norte.

En estos últimos años se han integrado en las ciudades las antiguas instalaciones industriales , por lo que algunos barrios obreros en esta década experimentaron cambios con respecto a su situación en el siglo XIX y el siglo XX. Por lo pronto parte de estas áreas se han incorporado plenamente a la ciudad. Los más próximos y mejor conectados se han revalorizado por su relativa centralidad y se han remodelado.
Otros espacios o instalaciones industriales se han integrado en la ciudad en parte por la escasa dependencia que tienen ahora del ferrocarril. Por ejemplo, el plan RENFE en Córdoba ha permitido integrar en la ciudad un enorme espacio central en donde se combina la función residencial, los espacios de ocio (jardines, restaurantes,…), etc…Igualmente se han intentado integrar otros espacios que antes apenas se integraban con la ciudad como Miraflores.

Imagen del construcciones sobre el antigua Plan Renfe (Córdoba)

La expansión progresiva y a veces poco planificada de las ciudades ha provocado que la línea divisoria entre la ciudad y en campo vayan poco a poco desapareciendo. Esto ha permitido el nacimiento de nuevos espacios en la periferia urbana (área periférica del espacio urbano). Se caracteriza por su uniformidad (tipo de viviendas, composición de la población) y su paisaje varía según la estructura social de sus habitantes, desde el suburbio de chabolas a urbanizaciones de las clases privilegiadas, creando zonas suburbanas surgidas por la anexión de municipios limítrofes o bien por la aparición de un conjunto de unidades urbanas adosadas a una antigua ciudad (estas formaciones urbanas pueden tener una función productiva, surgidas para abastecer a la ciudad de productos alimenticios hortícolas o industriales, o bien residencial: ciudad dormitorio o urbanizaciones de esparcimiento), o dando lugar a un proceso nuevo que se conoce como rururbanización. Esta última consiste en que los espacios rurales cercanas a las ciudades se van integrando en áreas urbanas dado el doble proceso de absorción y de succión que sufre ante la expansión o crecimiento de una ciudad.
Viviendas en Villarrubia (Córdoba)

Dentro de este proceso de expansión urbana también reseñar que desde los noventa en España se ha desarrollado un sistema de urbanización en base a las viviendas unifamiliares que se van a ir extendiendo por el área periurbana de las ciudades españolas. Responde a un nuevo concepto de barrio residencial formado por chalets adosados presentando por lo tanto una trama abierta y una edificación individual en vivienda exenta o adosadas y un uso frecuentemente residencial. La extensión progresiva de las ciudades españolas, la delimitación difusa de las ciudades así como el desarrollo de los medios de transporte han permitido que el término ciudad se encuentre en estos momentos superado o ampliado por el de área metropolitana.
Vista de Córdoba, desde el aire


En Andalucía se conciben como centros urbanos las ocho capitales de provincia, más Jerez de la Frontera y Algeciras, pues actúan como centros administrativas y casi todas superan los 100.000 habitantes.
 PD: Vuestro profesor de Historia de España, Teodosio, tiene unas magníficas entradas en su blog  sobre el urbanismo en Córdoba a lo largo del siglo XX  

miércoles, 20 de febrero de 2013

La ciudad del siglo XX

Si el siglo XIX fue importante en la transformación de las ciudades dadas las circunstancias políticas, sociales y económicas que, conjuntamente, llevaron a las enormes transformaciones o modificaciones urbanas que llevaron al derribo de las murallas, a la ampliación de la ciudad por medio de ensanches y a la dicotomía entre las barriadas burguesas y las obreras, el siglo XX será todavía más determinante para la concreción de la ciudad tal y como la conocemos. 

Entre los factores que han influido en el proceso de urbanización en el siglo XX, debemos resaltar algunos contextuales y otros estrictamente ligados al urbanismo. 

Entre los contextuales que , de alguna manera afectan al urbanismo destacan los siguientes: la industrialización concentrada en regiones cantábrica, vasca y catalana; el turismo que ha afectado a espacios más reducidos. La llegada de turistas a las costas mediterráneas ha modificado la vida y estructuras de muchos pueblos que han empezado a dedicarse al sector servicios. Lloret de Mar, Salou, Benidorm, Torremolinos,… ; y la transformación de sistemas y técnicas de producción agraria que ocasiona excedente de mano de obra en el campo o el desarrollo de la agricultura especializada y de regadío que concentra población en algunas zonas, caso del valle del Ebro, Valencia, Almería, Murcia,..

Sin embargo, habrá otros condicionantes que inciden más directamente en el gran desarrollo de la ciudad a lo largo del siglo XX. Entre esos factores los más relevantes son:


  • El aumento poblacional que vivirán las ciudades especialmente a lo largo de todo el siglo, y especialmente ligado al éxodo rural. 
  • Los efectos devastadores de la guerra civil en algunos núcleos urbanos , lo que obliga a su renovación. 
  • La introducción de una legislación que apuesta por la construcción medianamente organizada de las viviendas tanto las de promoción privada como la protegida por parte del Estado o las viviendas sociales. 
  •  Frente a lo anterior, el aumento descontrolado de determinados núcleos en la periferia de la ciudad sin control alguno, formado por infraviviendas o en barrios sin dotación en infraestructura. 
  • La influencia ejercida por una gran ciudad que incrementa el proceso urbanizador de núcleos próximos. El caso de Madrid, es un ejemplo. Resultado de todo ello será que durante este siglo la ciudad española acontecerá una dinámica sin precedentes. 

El intenso proceso de urbanización que se desencadena va a causar profundos cambios en el paisaje urbano, en la organización de la ciudad y en las condiciones medioambientales urbanas. Los hitos más significativos del urbanismo de este período se pueden sintetizar en los siguientes:
a) Fomento de la construcción de viviendas: 

La necesidad de viviendas en las ciudades era un problema que se arrastraba desde la etapa anterior y que se agudizó en el siglo XX, particularmente cuando las corrientes migratorias campo-ciudad se hicieron más intensas. Con el fin de aliviar la situación, el Estado promulgó leyes en diferentes momentos para fomentar la construcción de viviendas sociales; así, a principios de siglo se reglamentan las primeras subvenciones para la construcción de viviendas (Ley de Casas Baratas, 1911). 
La labor más intensa se desarrolló en las dos décadas que siguieron a la Guerra Civil, época en que el déficit de viviendas se había incrementado a raíz de las destrucciones provocadas por la guerra, del aumento de la inmigración a las ciudades y de la paralización de la construcción. El Estado emprendió un amplio Plan de Reconstrucción Nacional creando organismos especiales para fomentar la construcción de viviendas: Dirección General de Regiones Devastadas, Obra Sindical del Hogar, Instituto Nacional de la Vivienda, etc.; al mismo tiempo, se regularon ayudas y subvenciones para la construcción de viviendas sociales.

Muchas ciudades crecerán también de manera irregular con la creación de suburbios en las áreas periféricas destinados a albergar las oleadas de población obrera que no dejaban de acudir a la ciudad; eran barriadas de autoconstrucción, carentes de los más elementales servicios. 

b) Maduración de la legislación urbanística y extensión de la planificación urbana: 
 Otra característica del urbanismo de esta época será la obligación de introducir la planificación para el control del crecimiento urbano, lo que conlleva la aplicación del “zoning” o distribución de usos y funciones en espacios separados dentro de la ciudad, y al desarrollo del planeamiento regional concebido como el instrumento que debería dar respuesta a las necesidades de crecimiento y ordenación del espacio urbano. La obligación de introducir la planificación urbana en el desarrollo de las ciudades encuentra su respaldo legal en la Ley del Suelo de 1956. A partir de entonces, el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y sus planes derivados se convierten en instrumentos que deben dirigir el crecimiento de las ciudades. 
c) Desarrollo de las nuevas formas de crecimiento: 
En la primera mitad del siglo se experimentan dos nuevas experiencias urbanísticas que proyectadas a finales del siglo XIX y que se materializan en las ciudades jardín y la ciudad lineal. 
Las Ciudades jardín se encuentran en muchas ciudades españolas (Vitoria, Málaga, Almería…). Tienen su origen en las ideas del inglés Ebenezer Howard, cuyo objetivo era acercar la naturaleza a la ciudad; por eso, la características de estas viviendas es la presencia de un huerto o jardín. Su idea se traduce en la creación de nuevas ciudades próximas a la gran urbe. 
El proyecto de Ciudad lineal está inspirado en unas ideas similares. Fue ideado por el español Arturo Soria y tuvo una enorme proyección internacional por cuanto suponía introducir un nuevo modelo para el crecimiento de las ciudades. Proponía el crecimiento urbano en torno a las principales vías de comunicación entre ciudades, procurando mantener la relación entre el medio urbano y el medio natural. Este modelo es visible dentro del desarrollo urbano de Madrid.
Pero las formas más extendidas de crecimiento urbano de la época fueron los polígonos residenciales situados en zonas próximas a la ciudad consolidada y los proyectos de nuevas parcelaciones en suelo rústico, ubicados en las periferias o extrarradios urbanos. Lo más característico de estas nuevas formas será el bloque exento con una elevada densidad residencial, un tipo de vivienda de escasas dimensiones y calidades constructivas en unas zonas urbanas carentes de equipamientos sociales. El desarrollo de estas nuevas formas urbanas terminará borrando los límites entre el espacio urbano y el rural, al absorber las grandes ciudades a los municipios rurales próximos. Se inicia así el fenómeno de la metropolización en ciudades como Madrid, Barcelona y Bilbao. Igual ocurre con otras ciudades medias como se vive en La Coruña o Córdoba.

sábado, 16 de febrero de 2013

Un modelo de trabajo




El pasado viernes hicimos en clase un supuesto práctico de análisis de un plano. Se trataba en concreto del plano urbano de Toledo, centrándonos con exclusividad en su casco histórico, su casco viejo. 

Para el análisis de un plano debemos de tener presente los siguientes puntos. En primer lugar y a modo de introducción debemos señalar algunos aspectos tales como la situación político-administrativa de la ciudad (es decir, indicar si es la sede de la capital de la provincia, la sede de algún organismo o entidad autonómica, etc.), la población existente (número de habitantes, densidad, o su papel en la jerarquía nacional o regional). 
Como segundo paso, y como presentación de la morfología urbana debemos señalar la situación de la ciudad, centrándonos en su emplazamiento y asentamiento. Tras esto debemos realizar una breve referencia a la historia de la ciudad (fundación, características musulmanas o cristianas, Edad Moderna, industrialización, franquismo, transformaciones recientes...). 
Tras esta presentación de la ciudad debemos realizar el análisis del plano y en este sentido es interesante centrarse en tres espacios: el casco antiguo, el ensanche y la periferia actual. A la hora de analizar el casco antiguo nos fijaremos , siempre que sea posible, del tipo de plano dominante, la trama ( si es visible), la edificación, los usos del suelo y los problemas que puede presentar esta zona en la actualidad. 
Para el ensanche debemos dar información de cómo se creó, el tipo de plano que presenta (casi siempre ortogonal) y su crecimiento. Igualmente debemos establecer diferencias entre el ensanche burgués (plano, trama, edificación, usos del suelo) y los barrios obreros e industriales (plano, trama, edificación, usos del suelo). Por último, nos centraremos, si analizamos un plano, en la periferia actual , intentando explicar su creación, los tipos de planos, y el crecimiento, así como los diferentes tipos de asentamientos propios de la segunda mitad del siglo XX (barrios de chabolas, de promoción oficial, de promociones privadas, de viviendas unifamiliares, etc.) 
Un aspecto complementario al análisis de un plano urbano es valorar y referenciar la actividad económica vinculada a la ciudad resaltando para ello las superficies comerciales, las vías de comunicación y los transportes, la actividad turística, los servicios sociales y de ocio y la actividad empresarial y de negocios, el CBD. 
Para concluir deberíamos hacer alguna referencia a procesos recientes de transformación, la inmigración, la implantación de nuevos planes urbanísticos, la integración del espacio con su entorno y con el medio ambiente, posibilidades de futuro, etc. 
Como es el modelo que trabajamos en clase el pasado viernes he encontrado esta actividad resuelta que os puede servir de referencia. 
La ciudad de Toledo posee una larga historia y por ello presenta un espacio complejo en el que pueden diferenciarse áreas correspondientes a las diferentes etapas de su desarrollo urbano. Toledo es la capital de su provincia homónima y de la Comunidad Autónoma de Castilla - La Mancha. Si en la provincia la población alcanza los 711.228 habitantes, la capital cuenta con 84.000 habitantes, siendo por lo tanto una ciudad media. Es la segunda ciudad más poblada de la provincia, por detrás de Talavera de la Reina que cuenta con 88.000 habitantes. La ciudad está catalogada como ciudad Patrimonio de la Humanidad, declarada con tal distinción por la UNESCO en 1987. Además en Toledo reside el Arzobispo primado de España, lo que históricamente le ha dado cierto prestigio en el ámbito eclesiástico y que se aprecia en la importancia en la ciudad de los edificios religiosos, especialmente su catedral y sus iglesias. 

Toledo se asienta en un emplazamiento estratégico de carácter defensivo, al estar en un cerro elevado sobre un meandro del río Tajo, que prácticamente la rodea. Sólo un pequeño vado al este permite el cruce del río, por el puente de Alcántara, de origen romano. Por su situación centralizada en la Península, era un punto importante para las comunicaciones y el comercio, y paso obligado en las rutas hacia Andalucía desde la Meseta, y desde las zonas occidental y oriental de la Submeseta Sur. 
Esta ciudad ha acogido a diversos pueblos y culturas a lo largo de la historia. Fue fundada por los romanos (la antigua Toletum, especialmente relevante con la dominación visigoda- en la imagen marcada en rojo), aunque pudiera constatarse una ocupación prerromana. 

Tras la ocupación romana, Toledo fue capital del Reino Visigodo, siendo después conquistada por los árabes, capital de la Taifa de Toledo y reconquistada por los cristianos en el año 1085, durante el reinado de Alfonso VI. Aquí se fijó la Escuela de Traductores de Toledo, que tuvo su esplendor en el siglo XIII con Alfonso X el Sabio. Durante esta etapa convivieron en la ciudad las culturas árabe, judía y cristiana, convirtiéndose en un ejemplo de convivencia y tolerancia. 
En los primeros años de la Edad Moderna vivió su momento de mayor esplendor, elegida ciudad imperial por Carlos I y capital hasta el traslado a Madrid. En Toledo vivió el Greco, se instaló la Real y Pontificia Universidad y se construyó la Real Fábrica de Armas. La ciudad no sufrirá grandes modificaciones urbanísticas a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Como en otras muchas ciudades españolas la guerra civil sí ocasionó graves daños al Patrimonio urbano e histórico. 
En relación con el análisis del plano del casco antiguo, llama la atención la amplia cantidad conservada de sus murallas, que tenían una triple finalidad: defensiva, fiscal (para asegurar el pago de impuestos) y sanitaria (para aislar a la ciudad en caso de epidemias). 

El plano es notoriamente irregular, con calles estrechas y sinuosas. Conserva buena parte del trazado musulmán, apreciándose adarves, patios, corrales, plazas y plazuelas. También se observan plazas y avenidas más amplias, como la principal del casco histórico de Toledo, la plaza de Zocodover, que corresponden a reformas urbanísticas posteriores, realizadas en la Edad Moderna o en el siglo XIX, tras la Desamortización. 

La trama es cerrada y compacta, debido a que el crecimiento de la ciudad se localizó durante siglos dentro del espacio intramuros. La edificación es tradicional, de baja altura, aunque progresivamente existe una tendencia a la verticalización. 
Entre los edificios históricos, quedan restos destacados pertenecientes a diversas épocas y culturas: así, los ejemplos musulmanes, como los zocos y mezquitas, judíos, como el barrio de la judería y las sinagogas del Tránsito y de Santa María la Blanca, y cristianos, como la catedral gótica, iglesias (como la de San Juan de los Reyes), conventos y edificios mudéjares y renacentistas (como el Alcázar). 

Los usos del suelo son tradicionales: residenciales, comerciales y artesanales, con barrios divididos por gremios, como los de damasquinados y los de armas, tradicionales en la ciudad. Actualmente se están perdiendo los usos residenciales, a raíz del deterioro de muchas viviendas y a favor de usos terciarios: oficinas, comercios, restaurantes, etc. Estos nuevos usos están relacionados, en muchos casos, con el importante turismo que atrae la ciudad, tanto por su propia configuración como por los destacados monumentos históricos y artísticos que posee. 

Los problemas actuales del casco antiguo de esta ciudad son los comunes a la mayoría de las ciudades españolas: el envejecimiento de la población, la masiva llegada de inmigrantes, que se ven obligados a vivir en algunas viviendas en mal estado, el abandono de muchos de estos inmuebles, la saturación de oficinas y comercios y las deficiencias estructurales en algunos edificios históricos, y la dificultad para el tráfico rodado lo que ha limitado el acceso al casco histórico de la ciudad a los vehículos. Dada la antigüedad de su casco viejo es necesaria una política de rehabilitación morfológica y funcional. 
Hasta aquí nos hemos centrado en el casco histórico, ahora deberíamos realizar un estudio similar del ensanche urbano de Toledo y de la ampliación de la periferia. Pero ese trabajo queda para clases posteriores.